Cada noche me desnudo. Esta no es distinta a cualquier noche. Salvo porque la gripe me ha endurecido, salvo porque cuando toso tengo un dolor sordo en los riñones, esta es una noche cualquiera. En general, ninguna noche en nuestro tiempo epistolar es distinta a cualquier noche. Esta casa, este cuarto cúbico donde he descubierto las maravillas que la disposición puede traer, trazando líneas entre afiches comprados por mi mamá en museos europeos, luz manipulada y mucha pintura azul, persiste a través de las estaciones y mis 23 años. La cinta scotch, el tape, mucho papel y muchas palabras escandidas pueden haber hecho más por mí que nada y nadie antes.
He llegado de la calle y me desnudo empezando por el torso. El neumólogo, que me prohibió vanamente el alcohol hace tres años, dijo al ver la radiografía de mi tórax que yo tengo aquello opuesto a lo que se llama pecho de paloma, que mi pecho está hundido, que mi esternón curvado hacia dentro. Dijo que yo debía hacer deporte y yo no lo hice y dijo que jamás tomara alcohol, que podría joderme por siempre. Yo sostengo una cerveza helada y para mí eso no significa nada. Bebo y no significa nada salvo frío contento. En todo caso, si algo es, este pecho cóncavo es la concreción material de una alegre incapacidad que tengo para sentir orgullo. Y si eso es, jamás quiero perderlo.
Según algunos contenemos mensajes en nuestra apariencia (en nuestra pose, nuestros gestos, nuestras medias). Creo firmemente que soy alguien y que lo proyecto y ahora, viendo mi torso desnudo, soy alguien que no comprendo. Entonces me quito el pantalón, buscando algo más, y observo mi cuerpo depilado. Ya me he acostumbrado al pubis desnudo que me procuré otra madrugada con la tijera artesco que no salía del cajón desde 1998. Ya miro mi pene y pienso aquello del mismo mono milenario que se refleja en el espejo y llora.
Tengo una magnífica erección y recuerdo aquella conversación con C y mis amigos: aquella prueba. Sorprendido, la introduzco suavemente, toda por el medio de un rollo de papel higiénico que guardo en la mesa de noche. Efectivamente, no baila. Cabe justa. ¿Debo sonreír ante esta, la gracia más exquisita de mi anatomía?
Mostrando entradas con la etiqueta mi pene. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mi pene. Mostrar todas las entradas
jueves, 2 de abril de 2009
martes, 31 de marzo de 2009
Agentes de tránsito
Quizás mi único atractivo sea una honda vulnerabilidad. Una vulnerabilidad evidente y cómica, crónica, profesada, ejercida con un estilo contrito o despabilado, gritada en un canto magro cada día y todavía con más efervescencia cada noche.
Entenderé vulnerabilidad como la existencia de una vía abierta en mi despistado exoesqueleto -criatura articulada, como pelícana: el lugar común, la realidad donde reverberan las palabras contra mis articulaciones y tú existes- a través de mi entraña, mi estómago, mi corazón. Entenderé que es una vía gigantesca, un tanto Appia, carretera de hechos, ruidos y besos, y aceptaré que ahuyenta a no pocos potenciales transeúntes con su sinuosidad insolente. Otros se internan en ella; entran por esta grieta pequeña, negra, húmeda gruta, bella y enferma locación de todas mis obsesiones (que no son pocas). Por lo demás, yo los invito a pasar (te invito a pasar) con alegría. Dentro, sonrío y existo.
En el fin de semana conversé algunas horas con G. G es genial y me encanta conversar con ella, sonríe muy bien y puedo ser sincero con ella y me divierto. Existen una cuantas personas, pocas, con las que llevo esta relación. Paso días en una como vorágine propia, quiero gritar, y existen pocas personas con las que finalmente puedo ser yo. (Lo único otro con lo que puedo ser yo es con el alcohol.) Ellas me conocen, de pronto realmente. Paso días en esta vorágine propia, hermana de la más sobria soledad, y todo vuelca en un desahogo muy similar al vómito que reconozco egoísta pero que me hace sentir acompañado, cálido. G entra, me siento confortado y luego se va. Llega muy dentro, pero atraviesa totalmente esta carretera, surgiendo del otro lado, acaso ilesa. Pasan semanas, no nos vemos, y yo quizás veo a alguna otra de sus iguales. Luego nos volvemos a encontrar y es lo mismo. Algo portentoso representa este ritual; yo, únicamente por convención y contra mi voluntad, suelo también llamarlo amistad.
Esta tarde siento una leve nausea. Tengo fiebre. He tomado demasiada cafeína y me desvanezco. En mi pecho pulsa un ser, con desenfreno, completamente débil. No puedo seguir sentado y me abruma una sensación de vacío y he pensado toda la mañana. Pensar, como no dijeron pero seguro entendieron aquellos griegos, es sobre todo un acto temerario, osado al límite elegante de la imprudencia. Yo he copiado y tornado en mí aquella figura vieja de la caverna. Además he imaginado mi corazón tendido en esta carretera -una carretera que va por el medio de la caverna- y he comprendido que cada ser que la atraviesa no es más que otro transeúnte. He aceptado que mis amantes no son otra cosa que estos mismos transeúntes: he concluido que la única forma comparable a mi amor es aquella del hombre que se tropieza cuando cruza la Panamericana Sur un domingo, borracho y confundido, a la altura de Lurín.
¿Buscas tú la sonrisa infinita? Pues deberás convertirte en un peaje de esta carretera: aquel mortal peaje donde llegó Sonny Corleone. ¿Y dónde subsiste cierta nobleza cuando el contento implica estas astutas maquinaciones criminales? Has visto con tristeza a cada visitante. Nada más ineludible, más inevitable que el momento más profundo de su viaje. Luego, lentamente, inevitablemente comienzan a emerger. Tu momento más extraño: se han ido.

Etiquetas:
jazmines,
mear en el mar,
mi pene
viernes, 27 de marzo de 2009
Despegar en Iggy Pop

Morir asido a una dura garganta en la silenciosa espuma del follaje. Comenzar, escapar. Utilizar su aliento como un látigo y un par de jeans pequeñísimos para encender la ingle. Un polo cuello v, un blazer entallado: dirigirnos muy retro hasta la cámara mortuoria, abrazarlo, encontrar al amado Iggy fallecido, luego principiar el viaje alucinado de los pámpanos y el sueño.
Morir en un cuerpo embellecido por la más remota nieve. Entender la vida como un descanso y no esperar nada de la alegría salvo ella misma (la sensación misma). Pensar en la muerte como la consecuencia inevitable del éxito. Doblar el cuerpo, ser una grulla, ser la grulla, ser un artrópodo en llamas que esta noche buscara todo lo que quiere y obtendrá todo lo que necesita.
Sólo entonces sabernos dueños de la técnica.
Etiquetas:
besar tetas,
coiffure,
mi pene,
too drunk to fuck
domingo, 22 de marzo de 2009
La rosa púrpura del Cairo

1. En general me gustan los finales tristes.
2. Fuera está lloviendo.
3. Está lloviendo en otoño.
4. Esta lloviendo y la realidad está como en sepia.
5. Miro la tele: Mia Farrow sabe poner la más bella cara de cojuda.
6. Yo la amo por eso.
7. Mia Farrow es fabulosa.
8. No es preciso sudar para amar.
9. Mia Farrow.
10. No es preciso entender tampoco.
11. No es preciso tener experiencia para hacer el amor.
12. En cambio sí es preciso saber engañar.
13. Engañar no es el pecado que nos enseñaron.
14. Nos enseñaron muchas cosas.
15. Una mujer se conquista a través del engaño.
16. Luego, besar y felar no son favores tan diferentes.
17. Besar puede ser el acto más tierno.
18. Felar puede serlo aún más.
19. Besar también puede ser asqueroso.
20. Algunas mujeres besan asqueroso.
21. Otras felan con aparente desidia.
22. De pronto tú y yo besamos muy mal.
23. Nunca nos lo dirán.
24. Todos perderemos amores a manos de labios mejores.
25. Vuelvo a la tele: Mia Farrow ha roto un plato.
26. Mia Farrow.
27. Mia Farrow.
28. Esta película se la recomendé a una chica.
29. Me parecía bonita y me sigue pareciendo bonita.
30. Estoy bastante seguro de que no lo es.
31. Esta película se la recomendé a una chica.
32. Lloró viéndola.
33. No son la misma chica.
34. Se la recomendé a muchas chicas.
35. Me la recomendó a mí una chica.
36. Debo salir en busca de símbolos propios.
Etiquetas:
baño de mujeres,
besar ojos,
contemplación,
creación,
denim,
estética,
inocencia,
labios,
mi pene,
oscuridad,
ternura,
too drunk to fuck
miércoles, 11 de marzo de 2009
Noches de softcore

Ahora estoy adicto a estas mujeres desnudas y al sexo conciliado y seguramente mal remunerado que tienen todas las noches en mi televisor. Tienen sueños y yo ciertamente tengo los míos y como no puedo concretar los míos (y aunque es concebible que ellas tampoco los suyos) al menos paso algún tiempo observándolas concretar los de otros. Porque mis sueños, mis turbios sueños pasionales, no son sujeto de las tramas de estas películas.
Luego el sueño –el otro, nocturno ineludible, ese que también nos lo promete todo pero tampoco nos permite escapar- lo olvido y en silencio, pues bajo el volumen hasta eliminar ese fatal beat pornográfico que me recuerda al techno que ponían en la radio por el 2000, me dispongo a presenciar las escenas de amor. Son aún las once de la noche cuando respiro y enciendo el decodificador que me ha sido forzado por la empresa de cable. Unos minutos después finalmente me masturbo y al rato duermo, anestesiado por la memoria vasta de todas las ausencias constantes.
En otro tiempo, libre de ellas, pienso que ver tele debería ser no pensar en nada. Ver tele debería ser el supremo acto de ocio, la inutilidad pura, la perfecta y putrefacta ceremonia del acarreo externo. Hay momentos cuando no queremos pensar, esos recuerdos ya tuvieron suficiente espacio, tiempo durante el día, y ahora lo que queremos es no pensar en nosotros. Entonces ver tele es la forma de sumirnos en aquella hipnosis tarada que perseguimos. Nos reímos o nos interesamos por nada, un tiempo variable según el gusto, y casi siempre nuestra conciencia se limpia. Es la versión contemporánea de la figura de la confesión: en cambio de gloria recibimos el más confortable vacío (donde me siento tentado a sugerir que son lo mismo).
Pero desde que la empresa de cable me ha forzado este aparato, ya no es así. Hoy y cada noche no paro de ver a estas mujeres, que francamente no son demasiado hermosas. Simplemente están calatas y tiene sexo y eso es sumamente tentador para un hombre cuyos sueños son grandiosos y lejanos. No paro y me sumerjo en esto que convulsiona mi mente, pues me da una probada de lo inasible.
No paro y de tanto seguir aún no recojo Pale fire, que descansa en mi mesa de noche hace una semana. Javier Heraud escribió que su lamparín le permitía reír al lado de Vallejo, ver la luz eterna de Neruda. Era mi idea que por estos días el mío me acompañara mientras vuelvo una y otra vez al Oxford English Dictionary, tan confundido por Nabokov como las otras veces. En cambio, sólamente me sirve para buscar el botón de info en mi nuevo control remoto que aún no sé de memoria para conocer la programación nocturna del flamante canal de calatas.
Y lo peor es que Max Prime no es para siempre. La r-evolución (por no faltar a la tradición) sólo ha traído una cosa buena: aquella que nos engatusaría y pronto nos quitarán.
Etiquetas:
amor,
estética,
labios,
mi pene,
too drunk to fuck
domingo, 1 de marzo de 2009
Depilación pública
En fin, me sentía abrumado y me siento, me sentí vacío y por eso hace unas horas rechacé hostilmente la invitación de mi madre para ir a visitar a la clínica a mi nonna, que se encuentra bastante tibia. La nonna es la hija de dos inmigrantes italianos, que con los años, la enfermedad y la desidia ha pasado de ser una mujer firme –casi un motor- a ser una nebulosa incomunicada. Me he sentido inmediatamente una mierda con mi madre por no querer visitar a quien sucesivamente es su madre y ella quiere y está bastante tibia y he querido pedirle perdón pero ya se ha ido y ahora debo cargar con eso, aunque la verdad no es tanta carga y pronto lo olvidaré. Rechacé su invitación porque me siento abrumado y vacío, como decía, y entonces realmente no quiero hablar con nadie, ni ser bueno ni cariñoso ni atento con nadie, lo que ayuda a olvidar responsabilidades. Quizás iré mañana.
Decía también que leí mucho y lo que hice específicamente fue terminar de leer For whom the bell tolls, que ya había empezado dos veces antes, durante el 2008, y que no sugiero sea un libro complicado y por eso me haya demorado en acabarlo, y en cambio sí uno muy compasivo y hondo. Es sólo que entre el trabajo, la universidad y el amor no pude concentrarme nunca durante el 2008, ni siquiera un puto minuto. No escribí ni leí, ni aprendí nada nuevo. Entonces he pasado todo el fin de semana, salvo aquellos momentos en que me escape hasta la orilla del mar, nocturno yo, a mear la orina transparente que me procuraba el vino rojo, leyendo, pensando. Y me detuve muchos minutos sobre las frases de Robert Jordan, aún lo hice cuando meaba en la orilla oscura, sobre la espuma amarillenta, y pensaba en paralelo qué apacible y fría y detenida estaría una fotografía de esta portentosa, negra, fétida isla que se yergue en medio de la noche, 700 metros mar adentro. Me impresionab la dicotomía constante de los sentimientos de Robert Jordan, el contraste entre su racionalidad gélida y su vulnerabilidad ante la bronceada, bella María.
La segunda noche, el sábado, solo por segunda vez luego de la media noche y por decisión propia, dispuse jugar. Había pensado antes en Robert Jordan y en cómo Robert Jordan había dicho que no importaba que sólo hubiera durado 3 días, que al menos él lo había tenido y la mayoría no. Pensé que yo no lo había tenido pero lo había sentido, 5 años atrás, y supe que al menos eso era mi ganancia. Así dispuse jugar, porque comprendí súbitamente que si bien en ocasiones yo me sentía vacío de algo o alguien específico, eso era pura ilusión: mi vacío era mas bien vago, amplio y por eso mismo contundente y total. Y el juego, que buscaba mi purificación, mi simplificación, mi reestructuración, lo exaltaría y eso, aunque se sintiera apabullante y triste, no lo sería para siempre. Y para jugar fui directamente a la despensa y el único juguete que encontré fue una tijera metálica.
Ahora me siento sumamente lejos, pero sé que no lo aparento. Soy como nunca un depilado hombre, lánguido, nuevo niño.
Etiquetas:
estética,
mear en el mar,
mi pene,
ternura
miércoles, 18 de febrero de 2009
Noche de estrellas: Juan se deforma en Tutankhamón, 'le métèque fabuleus'.

1.
The Chair she sat in, like a burnished throne,
Glowed on the marble, where the glass
Held up by standards wrought with fruited vines
From which a golden Cupidon peeped out
(Another hid his eyes behind his wing)
Doubled the flames of sevenbranched candelabra
Reflecting light upon the table as
The glitter of her jewels rose to meet it,
From satin cases poured in rich profusion;
In vials of ivory and coloured glass
Unstoppered, lurked her strange synthetic perfumes,
Unguent, powdered, or liquid— troubled, confused
And drowned the sense in odours; stirred by the air
That freshened from the window, these ascended
In fattening the prolonged candle-flames,
Flung their smoke into the laquearia,
Stirring the pattern on the coffered ceiling.
Huge sea-wood fed with copper
Burned green and orange, framed by the coloured stone,
In which sad light a carved dolphin swam.
Above the antique mantel was displayed
As though a window gave upon the sylvan scene
The change of Philomel, by the barbarous king
So rudely forced; yet there the nightingale
Filled all the desert with inviolable voice
And still she cried, and still the world pursues,
"Jug Jug" to dirty ears.
2.
Quiero reinar sobre esta construcción de imposturas que me rodea. Quiero gobernar hermosamente, grandiosamente, cómicamente, entre súbditos bellos que me traigan inca kolas muy heladas. Quiero gobernar para ti (para otros), y acaso sin fundamentos (donde eso escasamente es lo fundamental).
Etiquetas:
besar ojos,
construcción,
impostura,
mi pene
martes, 17 de febrero de 2009
Enumeración precoz
Etiquetas:
estadística descriptiva,
jazmines,
labios,
mi pene,
ternura
Suscribirse a:
Entradas (Atom)