El artesano detrás de mí urde batallas familiares. Mea en el piso del baño de mis papás. Vomita en los muebles de la sala. Insulta a mis amigas chancha puta y ellas lo miran chato marica. Luego me culpan a mí. Yo no me disculpo- temo la furia del enano, diabólico, artero.
Entonces el artesano detrás de mí no es títere de mis manos (¡oh sépanlo!), tampoco de mis genitales. Este chato breve es ajeno a mí, como los lapiceros verdes de Lucía (que son como los ojos eternos de Lucía), incluso tan ajeno como los salmones que muerde y morderá por siempre Lucía.

Pregunta: ¿cuántos son los nombres del maestro?
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