Cuando moría el sol, morían también las escolopendras. Se limpiaban de las derrumbadas hojas amarillas que sumadas obtienen la hojarasca. En cada lóbulo el otoño adornó una calle con déficit de ornato municipal y los escasos vientos que no se atreven más que a evadir los objetos. El idilio terminaba avanzado el año. En la costa siempre había después el viento que no te imaginabas.
No te limites a mirarme sola e inmensa como si fueras un bosque.
sábado, 17 de noviembre de 2007
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