miércoles, 31 de diciembre de 2008

Todavía el bosque de los huesos


Leo:


Mi país no es Grecia, y yo no sé si deba admirar un pasado glorioso que tampoco es pasado. Mi país es pequeño y no se extiende más allá del andar de un cartero en cuatro días, y a buen tren.

Quizás sea que ahora yo aborrezca lo que oteo en las tardes: mi país que es el estadio de fútbol, los museos, jardineros sumisos y las viejas: sibilinas amantes de los pobres, muy proclives a hablar de cardenales (solteros eternos que hay en Roma), y jaurías doradas de marocas.

Mi país es letreros de cine: alienígenas, la farmacia de turno y tonsurados, un vestirse los jueves, viernes y sábados de fiesta y familias decentes, con un hijo ingeniero.

Abatido entre Lima y Asia (el rincón de Miami a noventa y cinco kilómetros de la eterna ciudad de los burdeles), un crepúsculo de bleu cobra banderas, baptisterios barrocos y carcochas. Como el paso senil del bienamado, ahora llueve una fronda de estiércol y confeti: solitarios son los actos del profeta como aquellos del amor y de la muerte.

domingo, 28 de diciembre de 2008

L’invitation au voyage













Entré por la puerta de vidrio templado y ordené un twister, un toasted twister, Desire, me senté y por una hora o más no pude salvo pensar en el sexo y la muerte y las drogas y el sueño y los sueños. Los sueños que me agobian cuando finalmente sucumbo al sueño o el alcohol u otra droga sensual, y la muerte y el sexo me alcanzan, confundidos. Cosa que, elijo esclarecer, no sucede muy a menudo porque la mayoría de las veces sobre el sueño prefiero el café y la prudencia: la sociedad, la belleza, el amor, la elegancia y el ritmo, y entonces nada más ocurre.




Son tiempos difíciles. Uno nunca sabe lo que hace cuando lo empieza a pensar, cuando camina y lo piensa, cuando los calendarios son agregados de significado y los alimentos de profundidades oníricas o sentimentales y los ojos de ansias de fechorías. Y así, mientras comía el twister, despacio y ceremonioso, como quien prepara su corazón y sus piernas para una batalla fatal, pensé en todo esto como quien observa lánguidamente un asesinato perfecto o una bandada de pájaros yendo de sur a norte, sobre la playa al fin del verano, y recordé que ante todo lo demás está la construcción de una historia, la más colosal y alegre de todas.





Frente de mí se sentaba una chica mayor, de pelo muy corto y oscuro. Cruzaba las piernas y estaba visiblemente fuera de sí, acaso borracha. Olía como a jardín embriagado, como a madreselva rebelde. Su fragancia pujaba hasta mí desde su mesa, 3 o 4 metros más allá. Eramos los últimos en el local. Enajenado, di un brinco y salí corriendo del lugar.




sábado, 27 de diciembre de 2008

La ciudad, como sistema, en general







Simple ejemplo de cuánto podemos dejar de ver; de cuan ridículos, tiernos y fundamentales son nuestros errores. Voy de noche por la Costa Verde, el auto –que no conduzco, pues me encuentro parcialmente embriagado– avanza de norte a sur. La playa está del lado derecho. Vamos zigzagueando y mientras observo el asfalto y más arriba el mar y un poco más arriba el Morro Solar y la cruz encendida, descubro que a cada vuelta hacia la izquierda no podemos ver cómo continúa el camino más allá de la curva. En cambio a cada vuelta hacia la derecha podemos ver claramente qué hay después de la curva. Concluyo instantáneamente: ¡qué interesante!: cuando uno sigue un camino nunca puede saber qué hay después de una curva a la izquierda, sí de una a la derecha. Sólo esta mañana reparo en la omisión evidente. Camino por el malecón de Miraflores, el sol deja una sombra sobre la playa, más abajo. Mientras tomo de una botella de agua con gas, reconozco primero la sombra y después reparo en la figura del acantilado. Me descubro parado sobre él.





jueves, 25 de diciembre de 2008

Tele-ternura











Nunca había comprado 6 rosas rojas para una mujer. Tampoco 12. Tampoco una. Y sin realmente entender cómo, me encontré la tarde de ayer en uno de los tantos locales de la florería más conocida de Lima con un papel lleno de indicaciones complicadísimas y mi tarjeta de débito lista para el castigo.


¿Cómo dice el mensaje, señor? La señorita que atiende me mira inquisitiva. Le había indicado, luego de estudiar en vano unos minutos el terrible catálogo vigente, que quería una caja de 6 rosas y una de chocolates mediana. Ella escrutaba mis labios y seguramente dudaba de esta cara de escaso amor, o de mi sonrisa cordial. Yo leí del papel que me habían encomendado, completamente avergonzado. Me temblaba la voz: Fe… liz navi-dad… a-mor!... Te… amo!

Detrás de mí, el más hermosa par de chicas observaba y esperaba su turno, algo confundidas por mi torpeza y la escena. En ese instante volteé y las miré. No tenían más de 20 años. Lo supe por sus ojos y por sus piernas y por una dulzura que las mujeres tangiblemente pierden en un momento indeterminable y que ellas aún lograban, fabulosamente, contener.

Me quedé callado unos segundos y ellas también. Me miraban sorprendidas: mi pantalón roto y mi polo roto, mi pelo sucio y mi pose desprovista de garbo. Estoy enviando una caja de 6 rosas y una de chocolates mediana les expliqué, pero nada de esto es mío, yo no tercerizo la ternura agregué.

Entonces todos nos reímos de mí.






lunes, 22 de diciembre de 2008

El mundo es abierto. La belleza es abierta. El ritmo es abierto. La noche es abierta.‏

















Bajo ella, este mar es el mío. Viéndolo desde el balcón, amo esta tarde frígida como sólo se ama a lo que siempre puede traicionarnos y persistentemente lo hace: desesperadamente. Este es un diciembre como cualquier otro porque estoy solo, porque hace sol y porque ando y ando, ando y giro al ritmo de mis pasos por la ciudad, me enrollo, me embrollo y vuelvo inevitablemente a casa, en ocasiones sin recordar cómo.

Hoy extraño a la neblina como a la bruma desde una vagina. Así son los placeres perdidos, cadenciosos e inasibles, y ese es el límite de mi esperanza. El día me parece sosegado y hasta contento cuando miro otra vez el mar, cuando levanto la mirada después de ver mis pies, mis sandalias viejas y miro la playa donde se asolea un perro y el mar donde se baña un gordo pomposo y velando todo eso, identifico entre mi balcón y ellos una glorieta anacrónica y huachafa sentada sobre el malecón roído. Así puedo, de pronto, olvidar todo lo que tragué anoche, o quizás, peor aún: todo lo que concedí anoche.

Visito hoy la casa de unos primos después de muchos años. Me he puesto una camisa demasiado pequeña, un pantalón demasiado estrecho y he ingresado orgulloso por su puerta (que es la misma de siempre, literalmente la misma puerta para entrar al mismo lugar). La casa es de madera y antigua y muy alta y está muy cerca del mar. Huele a musgo y está iluminada con tristeza. Después del postre me he escabullido al segundo piso. Camino entre las piezas, conectadas como si fueran un queso por aberturas que parecen poros o burbujas y que guardan dentro de ellas hálitos de estupidez ajena.

Mi tío fue contador hasta que se retiró y pasó a ser una estatua. Mantiene su escritorio. Entro en él y están arrumados los papeles viejos, al lado su máquina de escribir, un manual didáctico sobre el sistema nacional de pensiones y una calculadora que es más ábaco que calculadora. Me he sentado y he recogido uno de sus lápices y lo he tajado completamente, hasta quedar solo con el metal en la mano. Giro la manivela del tajador atornillado a la mesa y el giro y la madera hecha viruta me complacen. Después reviso sus cajones. Entre sus papales hallo lo más insólito: un Nintendo DS color Barbie. Lo enciendo, el juego puesto es Castlevania. Juego por una hora y por esa hora lo olvido todo.

De pronto me llama mi tía desde el primer piso. Despierto, guardo el aparato, ordeno todo. Mientras bajo las escaleras, pienso que en un momento que no supe reconocer, muchos años atrás, dejé de jugar con juegos para empezar a jugar con mi vida.






miércoles, 17 de diciembre de 2008

Estoy drogado por el bloqueador (SPF 30)

Sólo quiero declarar, como un alumno ante un gran árbol y callado, que no estoy convencido de nada, que este método me es ajeno y que mi cuerpo, mi mente, mi corazón y mi estómago, amplio o negra o hermoso o enfermo, les pertenece.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Apagón














Se fue la luz. La media noche..., te miré, y me había convertido en un animal demasiado tuyo, descansado bajo el sol de agosto. No distinguí todavía en tu regazo estos mágicos rigores. Y quizás sólo por eso me sentí a gusto. Si tú fueras menos científica, más esotérica, si no hubiera menos razón que miseria en esta tierra, yo tendría que matarte te dije. Entonces empezamos a caminar deambulando como dos comerciantes por toda la tierra, sólo que la tierra era San Isidro o La Molina y tus piernas el más dulce alicate y mis besos la certeza de una sensación de vergüenza. Y no tuve que andar demasiado por toda la tierra para descubrir que no existía diferencia entre un alicate y un gran amor. La miseria me escribiste después, está en la certeza del tiempo, pero ciertamente se acumula en tus labios. Y quizás por todo esto o mucho más aquella primera vez mientras limpiabas la sombra y mi saliva de tus párpados, esa mañana en el departamento de Javier, yo te contemplé 10 minutos frente al espejo. Exhalando, atónito.



domingo, 14 de diciembre de 2008

Sábanas sucias






Retumba el mar salado y extensa la ciudad oceánica retoza en mis manos donde escribo escribo escribo escribo y no escribo nada toda la noche me amo minucioso los pezones por ejemplo junto a cualquier cuerpo y el otro descaradamente va despojándome como del tesón a un panadero de todas las almas que nos purgan esta la peor que delicadamente amándome con el egoísmo que amerita la guerra y no la música más negra de mi generación silenciosa como son los años de este siglo termina conmigo donde el hombre perdió no la bondad sino la inocencia y yo le digo siempre siempre que puedo mientras los ojos a punto de pinchárseme toda la madrugada amándonos entre lágrimas por los hombres que nacieron este siglo hagamos algo hagamos algo pero liberado he sido en mi cuerpo dulce y solo en ocasiones de un sueño demasiado largo fui liberado yo dormía en ocasiones en esta ciudad hermosa que existía dormida para mí hoy que vivo como hoy todos los días pasados que yo viví como hoy.










sábado, 13 de diciembre de 2008

Justificación de Gabriel












Abraham engendró a Isaac.
Isaac engendró a Jacob.
Jacob engendró a Judá.
Judá engendró a Fares.
Fares engendró a Esrom.
Esrom engendró a Aram.
Aram engendró a Aminadab.
Aminadab engendró a Naasón.
Naasón engendró a Salmón.
Salmón engendró a Booz.
Booz engendró a Obed.
Obed engendró a Isaí.
Isaí engendró a David.
David engendró a Solomón.
Solomón engendró a Roboam.
Roboam engendró a Abías.
Abías engendró a Asa.
Asa engendró a Josafat.
Josafat engendró a Joram.
Joram engendró a Uzías.
Uzías engendró a Jotam.
Jotam engendró a Acaz.
Acaz engendró a Ezequías.
Ezequías engendró a Manasés.
Manasés engendró a Amón.
Amón engendró a Josías.
Josías engendró a Jeconías.
Jeconías engendró a Salatiel.
Salatiel engendró a Zorobabel.
Zorobabel engendró a Abiud.
Abiud engendró a Eliaquim.
Eliaquim engendró a Azor.
Azor engendró a Sadoc.
Sadoc engendró a Aquim.
Aquim engendró a Eliud.
Eliud engendró a Eleazar.
Eleazar engendró a Matán.
Matán engendró a Jacob.
Jacob engendró a José.
José no engendró a Jesús.






viernes, 12 de diciembre de 2008

La Boya








Por poco y nos matamos. En ese instante fatal subíamos por la Javier Prado hacia La Molina y yo estaba hablando y los dos mirábamos el asfalto pasar como si fuera el mar bajo una lancha (un mar negro lleno de algas negras) y desde todo el cielo no lloviznaba. Y quizás debió estar lloviznando, habría sido todo más sencillo.





Bajo de mí Satanás estaba esbelto, ágil y presto, y yo no estaba borracho. Borracho de qué había pensado al encender el carro. El asunto fue que dábamos la curva más cerrada y Satanás, lerdo y rojo, se pegó demasiado contra la berma del centro, la raspó, saltó y por poco no trepa en ella. Íbamos a 100 Km. por hora.











Qué pasó me dijo ella. Y yo: nada, no pasó nada. Esto ya me pasó dos..., tres veces antes.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Debauchery







A través del corazón abrir las piernas. Abrir el corazón a través de las piernas.


Era un imbécil. En las noches oía música fuertísimo mientras resolvía problemas de cálculo. Por las mañanas iba a la playa. Toda la tarde dormía. Procuraba no andar demasiado solo. Escribía. Seguía a mis amigos los viernes y los domingos permanecía en silencio, de repente también con mis amigos. No hablaba con mi familia. Buscaba soluciones. Exploraba lo ajeno y temía las ideas propias. Leía poco.

Una tarde tomé un micro y luego descendí de él y trepé unas escaleras en Jesús María, tres pisos, y en el tercer piso tomé una correa de cuero con puntas cónicas de acero. La calcé en mi muñeca y me miré. No pude alcanzar mi billetera para sacar el billete y pagar el artefacto. No pude porque me miré y cuando lo hice supe que algo estaba pasando y después de eso, mirarme ya no era lo mismo. Dejé la pulsera y me fui corriendo. Esa noche me masturbé como un loco contento y a la mañana siguiente ya estaba decidido a ser otro y ese otro sería yo mismo.


Abrir las piernas a través del corazón. A través de las piernas abrir el corazón.


6 años después, andaba por la calle cantando. Era algo menos imbécil, pero no menos imprudente. Andaba en chanclas (solía andar descalzo pero un vidrio sucio y una infección lo cambiaron todo). En ocasiones cerraba los ojos y entonces podía tropezar. No me importaba. Creía en menos cosas y con más fervor. Pregonaba el desorden y aún vivía entre ritmos. Había creído ser una ruina pero a pesar de todo en ocasiones había sido feliz y poco lograba entenderlo. Quería a una chica y en los momentos de ocio pensaba siempre en su boca, ocasionalmente en su nariz. Todavía leía poco.

Una noche caminaba muy lentamente y en cierto lugar de San Isidro me detuve, vi una señora. Me le acerqué y observé que vendía galletas. Le compre un paquete para ella, nos sonreímos y retomé el camino. Después me dijo que eran de naranja y que le gustaron. Mucho más tarde volví a pensar en las galletas y en la señora. Recordé mi mano cogiéndolas y recordé mirarme. Recordé mi mano tomando las galletas, mi pulso rodeándolas. Reconocí la figura.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Género






He encontrado mi cabeza en una cripta en una vuelta de esquina en un momento diferente en otro momento la he encontrado mi cabeza hablaba con otra cabeza de fuego del fuego vano que las rodeaba y de mi mismo de las cosas simples hablaba siempre supuse lo último esperar una cabeza con otra cabeza en la puerta de la cripta de tu vida y yo no lo supe si develó todos mis propósitos.

Balística










Delicada técnica del beso sosegado con todo el cuello hecho de aire vertido en un embudo u otro cuello alegórico para todos los hombres iguales en la tierra muriéndose de muerte muriéndose de muerte.

Notas

Primero, prometo no tratar el cambio de clima. No el cambio climático, sino este verano súbito. Segundo, este video:

jueves, 4 de diciembre de 2008

En el desierto, asumo

"There must be some way out of here," said the joker to the thief, "there's too much confusion, I can't get no relief. Businessmen, they drink my wine, plowmen dig my earth, none of them along the line know what any of it is worth."

"No reason to get excited," the thief, he kindly spoke, "there are many here among us who feel that life is but a joke. But you and I, we've been through that, and this is not our fate, so let us not talk falsely now, the hour is getting late."

All along the watchtower, princes kept the view while all the women came and went, barefoot servants, too.

Outside in the distance a wildcat did growl, two riders were approaching, the wind began to howl.

Y para mí la única pregunta es si están a caballo o en moto.

La apatía de Goliat






Ante la mirada triste de su pueblo, David declamó a las puertas del palacio: 'Saúl, no por haber tomado la vida de Goliat, sino por haberlo despojado de su audacia y haberla traído encendida a las puertas de este reino, es que merezco el vientre de tu esposa'.



Ezequiel 18:3

lunes, 1 de diciembre de 2008

Les fenêtres










Me defenestro, me lanzo, surjo, contengo, observo, dudo, camino, pregono, sonrío, y salto, salto, salto.


Me defenestro, sueño, elucubro, construyo, edifico, cierno, incendio, ahogo, sonrío, y salto, salto, salto.


Me defenestro, amo, describo, juego, narro, escando, bailo, canto, ilumino, sonrío, y salto, salto, salto.


Me defenestro, engaño, cubro, sesgo, entierro, asolapo, evado, lubrico, pervierto, sonrío, y salto, salto, salto.


Aterrizo.

domingo, 30 de noviembre de 2008

unodostrescuatrocincoseis

Me desperté preocupado y con esta lista impresa en la mente:

1. Agua

2. Luz

3. Miguel Bosé

4. Café

5. Tendoroni

6. Cristina

Me desperté e inmediatamente corrí hasta la cocina y después vine a escribir esto. Viendo la pared blanca y limpia de la cocina, a media altura, sobre el teléfono y sobre la pizarrita blanca mientras tomaba agua, entendí que podía estar fatalmente confundido. La lista verdadera podía ser distinta. Podía ser totalmente otra. Podía ser esta:

uno. Agua

dos. Luz

tres. Miguel Bosé

cuatro. Café

cinco. Tendoroni

seis. Cristina

O esta:

6. Cristina

5. Tendoroni

4. Café

3. Miguel Bosé

2. Luz

1. Agua

Incluso esta:

Luz. 2

Cristina. 6

Agua. 1

Tendoroni. 5

Miguel Bosé. 3

Café. 4

Me desperté y antes de correr hasta la cocina cogí papel higiénico del baño y sólo entonces corrí como un loco explícitamente loco para borrar de la pared blanca de la cocina la lista, donde había sido inscrita con lapicero azul la madrugada anterior.


Cuando corría tuve la certeza de un recuerdo. Me recordaba borrando la tinta azul de la pared blanca. Recordaba el papel manchado de azul y mis manos manchadas de azul y mi polo blanco iluminado de azul y mis ojos, mis ojos marrones, y recordaba borrar Agua y no querer borrar Café y sonreir con Miguel Bosé y ser contento leyendo Cristina. Recordaba la pared blanca totalmente ensuciada de azul y recordaba la oscuridad que sobrevino al borrar la z.

1. Agua

2. Luz

3. Miguel Bosé

4. Café

5. Tendoroni

6. Cristina



Hoy me desperté y corrí a la cocina y cuando llegué la pared blanca estaba limpia y tuvo que ser todo un sueño. Pocas cosas son más absurdas que las iluminaciones.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Acaso ya mecánicamente

He caminado desde un salón con olor a medias sudadas a través de una puerta, raudamente, hasta fuera de la universidad. O quizás he caminado despacio, así como me fui despacio del colegio. No lo sé. No he reparado en mi velocidad o en el ritmo de estos pasos -que normalmente procuro premeditar, buscando describir aquella cadencia que me trascienda- y me he ido como sin mirar atrás pero muriéndome de ganas de hacerlo y con la imagen bastante difusa de lo que estuvo detrás, con la cierta sensación de haber entendido poco y haber triunfado vanamente.

He cruzado la pista ya con demasiada confianza, con aquella diagonalidad del amante, esa que acomete por los flancos e irrumpe como un beso y soez. Es una habilidad urbana: nunca me atropellarán. Después, luego de volver mi cuerpo, mi torso para recordar el asfalto, he levantado esta mirada, he mirado estos lugares y me he dicho: estos lugares yo los conozco como si fueran personas, y para mi gusto mucho más que a la mayoría de ellas.

He pensado que podía tratar de pararme de manos. Incluso podría sentarme o desnudarme o cantar.

Y ahora estoy detenido. ¿Cuál será mi próxima pose?

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Placer moreno





Me es invitado un café y yo replico:


¿Por qué, en esta antesala nefasta, mientras espero por usted alrededor de hombres mucho mejores que yo


aaaaaaaaa–hechiceros que se echarían orines en los dientes, barro en las heridas–


debo yo esperar su mano próxima no exenta del popular deseo y fulgurante de estrellas y aquellos gestos preferidos por los solitarios admiradores, su mano insólita y detenida como una hoja a punto de hendirse en mí, experta entre mi pecho, su mano, su mano que ilumine mi torso como una bengala inflamándose al ingresar en una piscina oscurecida?

martes, 25 de noviembre de 2008

La aduana



Mi vida está viajando como un borracho en un avión de Sydney a Santiago y la azafata no quiere darle más whisky. Junto a ella mi corazón está corrupto, es un ojo de vaca, es un tornillo. Y si yo lo exprimo para quererlo y si yo lo odio para callarlo o si lo estiro y si por esto se para, no tendré que arreglarlo nunca más.








domingo, 23 de noviembre de 2008

Si entonces cierta holgura persiste entre las piernas





Una mujer para besarla por la mañana, haga calor o tiniebla. Un hijo, para enseñarle la diferencia entre unas casino de vainilla y unas de menta. La libertad para mover mis manos por el aire. Hablar. Después hablar un poco más. Escribir toda una tarde dentro de una camisa blanca. Una camisa de lino. Una cerveza. La sinvergüenza que a los 23 todavía no tengo para comprarle condones a la chica del grifo. Una segunda mujer, es decir por segunda vez la misma mujer, con labios gruesos. Un par de zapatillas blancas. Un ministerio, un programa de televisión, una piscina.








viernes, 21 de noviembre de 2008

Paja y heno







No le diré si el nonno almuerza que el desierto ya no es aquel que conoció, que hoy nuestro barrio es otro desierto y que su casa de la infancia es una duna, sus viejos árboles arena.


No le diré en el claustro musical que es una ola mientras el estruendo en su corazón y relinche amplia luz y guarecido, al cabo de los días, no le anunciaré por qué la pena.


Un día océano contra dunas le aparecerán y observará por segunda vez su primer paso: canto y silencio serán entonces vertientes concurrentes, su muerte y su condena.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Preámbulo a la muerte de María










Y después del tortuoso camino de los años, Esaú descubrió súbitamente que lo que habitaba en el seno de ese cuerpecillo atormentado era el alma de una niña de 8 años. Entonces esa mañana, una soleada mañana como cualquier otra frente al templo de David, miróla a los ojos y exclamó, azuzándola: “¡María, María, seréis desde este momento liberada de bigotes, escasez, tristeza y celulitis!”


Ezequiel 9:23

martes, 18 de noviembre de 2008

Independencia

Quien más profundo nos observa, ríe con nosotros. Nuestro humor crece como desde un abismo, impecable hasta esa persona. La distancia entre el resquebrajo y la risa es aparente. Una sonrisa es sólo la forma como rodeamos el abismo, que somos incapaces de distinguir. Esa persona que ríe con nosotros es la única que lo advierte y por eso tienta alejarnos de él. Poco dependerá de nosotros arrastrarla o no en el momento que finalmente resbalemos.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Culposo plaisir

Es el camino de mi casa a Metro y de Metro a mi casa.

1. Ida, dos borrachos, el primero se coge a una palmera:

Oe hueón, le han dado un premio esta huada.

¿Qué?

¿No has visto Discovery Health hueón?

¿Cuál?

Puta hueón, la mejor planta.

¿Por qué?

Es que está llena de agua.

¿Y?

Puta es ques un culo.

2. Vuelta, yo, conmigo mismo:

He comprado una dasani citrus.

¿Por qué?

Porque se me ocurrió que es como si llenaras una botella de sprite con agua mineral.

Manya.

Sí.

¿Y?

No sé, suena bien.

3. Culposo placer:

4. Sábado.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La culpa









¿Que diferencia al hombre de los animales?


¡La razón!

¡No!



¡La razón!

¡No!



¡La razón!

¡No!





¿La libertad?

¡No!





¿La fe?

¡No!

¡No!




¡La esperanza!

¡No!

¡No!


¡No!



¿El amor?

¡No!

¡No!


¡No!

¡No!

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Negro night








Se sienta en frente mío y es extraña, pero deliciosa. Su mirada no es perfecta, pero su cuello sí. Desde unos hombros precisamente anchos, como un arco terso y fino y severo, cubierto de esta piel asoleada, hasta su poto tímido pero valiente, toda su espalda yo quiero. Y su pelo rubio de raíces castañas ondulándose sobre sus orejas y su silueta dúctil y un perfume cuando pasa junto a mí en la penumbra de esa clase y el perfil de su nariz recta y sus labios anchos o amplios y ese giro para voltearse a preguntarme qué tal el trabajo, cuánto te sacaste, con su acento medio idiota, me enamoran. Llego a mi primera clase de la mañana y puedo pasar la clase entera imaginando la técnica más sutil para engañarla.



Luego termina la clase y la dejo de ver y un poco la olvido. Porque los amores rápidos se olvidan aún más rápido. Entonces camino hasta el estacionamiento pensando en el cielo o el café o el dinero y pronto diviso el gol azul que me espera y me subo y le doy un beso en el cachete: mi segundo amor tiene el pelo marrón, casi negro, los ojos oscuros y la lengua generosa. Me gusta porque me habla con dulzura, muy rápido y con inteligencia. Sólo son 20 minutos los que tenemos cada vez, pero ella los aprovecha. Nos reímos y si la miro a los ojos, cuando ella se voltea para oírme, deduzco en sus ojos claros y diáfanos que es una puta magnífica, dulce, y mientras lo noto caigo en sus engaños y la quiero amar y sólo puedo imaginar lo magnífico que sería besar sus labios pero más aún que ellos besen mi pene. Que me lo besen, con aquella ternura profunda y genuina que sólo pueden tener las amantes brillantes y que sin duda ella tiene, y que mi espalda se arquee mientras ella sonríe y que me mire un momento, cómo me muevo, para después continuar con la misma abundancia la labor hasta el final.



Pero inmediatamente llegamos a mi destino y me bajo en un semáforo burdo y nos hemos perdido. Y entonces unas horas ando solo como un hongo. Me yergo, cuestiono, divago. Alternativamente tomo café, meo o miro una pantalla. Y es recién por la tarde que encuentro otro amor, sosegado. Nos saludamos bajo un árbol y por un momento me detengo para mirarla bien. Así me pierdo en pleno discurso. Ella lo nota y se sonríe. Sé que es un amor cómodo y de casa, con olor a ropa limpia y algarabía de niños yendo al colegio más caro que podamos pagar. Ella se ríe de mis chistes, me abraza cuando me ve. Tiene los ojos hondos, la cintura finísima y las tetas bonitas, casi nutricias. Cuidaría de mí si estuviera enfermo, escucharía todos mis problemas si tuviera la intención de contárselos. Y cada vez que me abraza quiero que el abrazo dure un mes: aprieto fuerte y ella también lo hace y en ocasiones me aventuro a bajar los brazos y rodeo su cintura. Entonces sé por un momento que la quiero, pero de una manera asexuada y anodina y breve, y que no importa que ella tenga enamorado porque si alguna vez lo conozco seré yo mismo y él pensará que soy un imbécil, es decir ninguna amenaza, y todo podrá seguir igual en cada uno de nuestros breves y raros encuentros.



Pero rápido el horario de almuerzo termina e inevitablemente nos despedimos. Así pasan más horas, oscurece, y yo ando de frente, en otros momentos de lado, recorro amplias zonas de la ciudad, subo y bajo y bajo y bajo escaleras, recorro avenidas, hablo y no hablo y hablo y hablo... hasta que finalmente termino otra vez sentado en mi carro, listo para ir a casa. Prendo el motor, subo el aire al máximo y enciendo la radio. Pongo un disco. No arranco y en cambio miro a la gente cruzar por delante. Subo más el volumen. Extiendo la mano, seguro de lo que busco, y recojo del compartimiento bajo la radio un pequeño chocolate. Tiene un mensaje inscrito. Entonces sé que en este instante lo único en que pienso es esto: en esto que miro.




En cierto momento del día, cada una. Quizás toda esta noche sólo en ella.

martes, 11 de noviembre de 2008

Tongo lleva el pelo corto y maneja un volkswagen amazon marrón

Yo también lo llevo corto, pero suelo manejar un sentra rojo.

Han pasado tantos meses, uno sobre otro, que son innumerables frazadas sobre un soldado que duerme en la puna y por la mañana no se levanta, seco de sed.

Hoy no voy en carro.

Camino y veo a Tongo cruzar: lleva el pelo corto y maneja un volkswagen amazon marrón. Yo inmediatamente voy tras de él en un datsun turquesa y la llanta derecha la tiene baja, pero el taxista me lo ha negado.

Señor, su llanta está baja.






Y yo no se si deba cuestionarlo porque hoy yo niego tantas cosas. En todo caso, ateniéndome a lo básico, llevar el pelo corto es una manera de ser fiel a tu peluquero. Por lo menos debemos serles fieles a alguien.

No es por ser aguafiestas, mis amores, pero si tuviera que escoger entre yo y ustedes, sería este datsun turquesa que persigue a la nuca de Tongo.

Señor, su llanta está en el piso.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Audio/visual

a


Son las 5 de la tarde y entro al cuarto de mi papá. Lo encuentro dormido. El televisor está encendido, el volumen a la mitad y en ningun canal. El ruido blanco lo arrulla. Camino lentamente, sin despertarlo alcanzo el baño. Me encierro, prendo la luz: aquí está el mejor espejo.




Pero pienso: si yo hago siesta, lo hago temprano en la noche y cubierto. Me escondo bajo el edredón, acurrucado como si tuviera un calambre abdominal y apago las luces. Antes, enciendo la tele. La pongo en un canal particularmente brillante y bajo todo el volumen. Mientras duermo, veo las luces proyectarse en mi pared, que azul ecran, y en mis posters, en mi escritorio, en la alfombra.




Entonces pienso: quizás esa y no otra es nuestra distancia. Un ritmo, entre sonido, luz y ensueño. No importan 34 años y tampoco nuestras actitudes. No importa que me vea en este espejo y no me reconozca semejante a él. En nada más que en eso está lo que nos diferencia.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Vivre sa vie




Hoy vi al clon de Luis Hernandez manejando un Nissan Sunny marrón por la avenida Arequipa. Qué bochorno andar con ese terno antiguo, con esa resolana caliente de la una de la tarde, y tan lejos de cualquier tren.

Luego mi tío (quien se merece respeto y no estaba hablando huevadas) me explicó, mientras yo sorbía el fernet y él se reflejaba en su café, que para él las personas son como huayruros, racionales y emocionales. Y lo particular es que de su explicación deducí que para él lo rojo eran las emociones, mientras que para mí el modelo funcionaba perfectamente al revés.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Pálpito diferenciado

El taxista me cobra 5 soles, sin regatear. He bajado del edificio y he andado –literalmente– dos cuadras hasta cruzar el zanjón para tomar el taxi del otro lado. Y paro al primer taxi y contento me cobra 5 soles. Hablamos de fútbol, no sé lo que digo, pero termino tratando de explicarle que la elección de Maradona como DT es un símbolo de por qué Argentina está… pero divago… digo “peronismo”, y ché, no me entiende. No importa. Lo he visto lo suficientemente viejo… estamos pasando por la embajada de Colombia y le cuento que mi nonno fue policía y cuidó que Haya de la Torre no se escape. Le cuento que salió en la primera plana de La Tribuna pegándole (digo sacándole su mierda) a un aprista. Y acierto: claro joven, Odría fue el mejor presidente del Perú. He logrado la impostura perfecta. Sonreímos. Somos como dos imbéciles, contentos hasta mi casa.

Si, en cambio, bajo del edificio y tomo el taxi antes de cruzar el zanjón, nada de eso pasa. Me dice 8 soles, no me subo. Dos cuadras y el zanjón de por medio. Dos cuadras de furia. Lo sé por experiencia, siempre es igual.

Eso fue ayer y hoy escribo este post en la oficina. No es hora de almuerzo. Pero no importa: he descubierto que siempre y cuando no tenga mis audífonos puestos puedo hacer lo que me da la gana. Puedo escribir este mail y demorarme 35 minutos mientras sorbo “despaciosamente” mi hierba luisa, y no importa. Mientras no tenga mis audífonos puestos, no importa. Y si los tengo puestos, mientras lo que tengo en frente sea una hoja de Excel, tampoco importa. Ahora puede sorber horas mi hierba luisa, imaginar que no es de sobre e imaginar que estoy en cualquier otra parte. Soy invisible y mi hierba luisa está perfecta. Soy un imbécil, contento hasta que decida detenerme.

¿Cuáles son nuestros umbrales? ¿Qué nos hace ver, no ver, no querer ver?

martes, 4 de noviembre de 2008

El mundo (de aquel tiempo a esta parte)

Oh dios mío, lo que puede obtenerse el 4 de noviembre de 2008 en una intranet corporativa.




Palmas, palmas por Hugh.

Proporcionalidad y asepsia

Es un divino y viejo ritual. Después de cualquier noche larga me doy una ducha eterna.





El sábado me levanté a las 11 am completamente vestido. Siempre me gustó dormir con ropa. Dormía en uniforme de colegio los días que hacía trabajos hasta tarde, aunque la camisa se arrugara y Vilma me lo recordara, y he dormido en terno varias veces después de una fiesta y el sábado me levanté en jean y mi chompa gris-junio dentro de mi cama. Da una sensación como nostálgica que me arrulla en un sentido muy íntimo y algo sensual, mientras muevo mis pies desnudos a través de las sábanas, como pataleando, y busco algún rincón todavía fresco para estacionarlos. Estacionarlos hasta que se caliente ese rincón y después busque otro, busque hasta que ya no encuentre otro y entonces sea cuando decido levantarme.


Hay noches en las que pierdes el aliento y te despiertas en una marisma nublada. Hoy hablo de esas. Esa mañana me levanté con la garganta herida y con los ojos turbios. Sudaba en mi cama, con mi querida chompa gris-junio atrapándome. Mientras me caía el agua demasiado caliente sobre los hombros y el cuello, hacía un anillo con mis brazos, rodeaba mis piernas y pensaba en cosas que en su mayoría no recuerdo. Pensaba seguro en morirme velozmente, porque la resaca, aunque leve esta vez, siempre es una muerte demasiado ceremoniosa que provoca evitar.


Recuerdo que pensé en Genghis Khan y en Atila, el huno. Siempre que me levanto sin aliento y en una marisma nublada y con la garganta herida y con los ojos turbios y mientras me cae agua demasiado caliente entre la oscuridad y he sudado con mi chompa gris-junio y mientras hago un anillo alrededor de mis rodillas y apreto mis brazos y cierro los ojos, recuerdo a Genghis Kahn y a Atila, el huno.


Teníamos un libro de historia, El libro de la historia. Y si a los 7 años no me sabía un sólo dibujo animado, me sabía la vida, en dos caras A4 e ilustrada, de Siddharta, Ricardo Corazón de León, Carlomagno, Mahoma, Guillermo el Conquistador, Erik el Rojo, Napoleón…Y si esa mañana, después de una noche larga y de levantarme sudado, como envuelto por esta chompa gris-junio (ahora tirada junto a mi mesa de noche) en el crin de una bestia fétida y pestífera, me doy una ducha larga o eterna, caliente como la terma pueda, pues los olvidos a todos y sólo recuerdo a Genghis Kahn y a Atila, el huno. Por un motivo potente: porque toda ducha larga o eterna, caliente como la terma pueda, la toma a obscuras. A obscuras, con b entre la o y la s: lúgubre y tierno y cómico, como en traducción de Poe.


Porque siempre preferí a ellos dos sobre todos los otros. Porque Nerón siempre me pareció un cojudo sin ambición y Alejandro Magno un despeinado en todas las monedas que vi. Porque siempre he contemplado la belleza en las grandes humillaciones y me fascinaba, con miedo y alucinación, ante este par de potros que le patearon el culo a los romanos y al papa, respectivamente. Porque no puedo evitar apagar las luces cada vez que entro a la ducha y esa ducha obscura, con mis ojos nublados y con la mente turbia, es el único modo que aún tengo de regresar a las duchas obscuras de mi niñez límpida, cuando el viento del vapor apagaba la única vela que alumbraba el baño.


Entonces es sábado, digamos a las 11 y 15 am, y me despierto con las luces apagadas, sentado en la tina. Me despierto de un trance ligero. Y no recuerdo en qué he pensado salvo que he recordado una vez más a Genghis Kahn y no a Los Pitufos. Y el único otro recuerdo diáfano es el de caminar a las 5 y media am por la avenida Pardo, con toda la vida acurrucada en la cabeza, con toda esta cabeza sobre los hombros, estos encogidos, desgarbado como ando, y ver pasar un inmenso bus morado. Luego subirme al bus, tomar asiento, ver acercarse al cobrador y asombrarme ante la sencillez de la transacción. Sencillamente no poder creer lo gentil del trueque. Entonces mirar a la derecha: Jorge, ¿cuánto me cobró? Y él, sin voltear: China pues.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Los aviones, que no vuelan de noche

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La biblia es el libro más largo del mundo, me había dicho Nicole. Y yo me cagué de risa en su cara. Nicole es creyente y sobre todo cándida. Luego le di algunos ejemplos especialmente exagerados. Los miserables, le dije. Los hermanos Karamazov, le dije.


Me ha parecido que solemos guardar dentro de nosotros pequeñas imágenes fundamentales que no cuestionamos. O bien por miedo o porque son en apariencia tan intrascendentes, no las tocamos. Esporádicamente surgen y nos hacen quedar en ridículo, porque son tiernas e ingenuas. Otras veces nos hacen sufrir terriblemente.


Estábamos en cuarto de media, en clase de geografía, cuando hablábamos de aeropuertos. En cierta circunstancia, no recuerdo el detalle, surgió el tema de un vuelo nocturno. Claudia dijo: ¿Pero cómo, si los aviones no vuelan de noche… cómo harían para ver? Claudia es tonta, pero no tanto.


Son afirmaciones, fragmentos, nociones que hemos adoptado y asimilado, probablemente de muy niños, en esa época en que contemplábamos el mundo con los ojos abiertos y completamente huevones. Desde entonces vivimos con ellas. Subsisten y permanecen latentes hasta alcanzar el momento fatal de meternos cabe, sea para que otros se rían de nosotros o para sabotear nuestra sobria elegancia. Porque más allá de mis ejemplos totalmente triviales, no siempre es algo superficial, dulce, risible, a veces son parámetros que afectan duramente nuestras formas y sentimientos. Como siempre, la distancia entre lo ligero y lo desgarrador no es más que aparente.


Yo he vivido años o meses, días enteros en desasosiego, pensando que sólo podía ser de algún modo, que debía sentir de algún modo (y no de otro), estando seguro de que estaba hecho de una manera específica, y quizás solamente porque en algún momento, cuando más frágil fui, aquello se incrustó en mi. Luego descubrí nuevas libertades al ver expuestas, como servilletas limpias volándose de una mesa en el viento, todas mis suposiciones. Descubrí que podía reír de otro modo, mirar y hablar de otro modo; hasta descubrí que podía querer de otro modo, más risueño, más hondo, contemplativo y silencioso.


Podemos trascender nuestras historias, o combinar muchas, mutarlas, perturbarlas y también olvidarlas. Idealmente, una vida debiera ser la suma de todas sus historias posibles. Y en la realidad yo trato de que la mía al menos sea la mezcla desordenada y bella de muchas.



Lo único divertido de esta observación es que esta deliciosa o peligrosa encarnación de la cojudez puede atrapar a cualquiera. Hace unas horas hablábamos yo y Álvaro, cuyo hermano es fotógrafo, de un trabajo que tuvo su hermano. Estuvo en un asentamiento humano y mientras cagaba en una letrina de esteras, le robaron la cámara, los lentes y la billetera. Yo le dije: ¿Qué?, pero si a los periodistas no les roban.


Álvaro se quedó mirándome, confundido.

jueves, 30 de octubre de 2008

Momento holgado


Siempre me asombró este fragmento de las primeras páginas de La Peste:


El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere. En nuestra ciudad, por efecto del clima, todo ello se hace igual, con el mismo aire frenético y ausente. Es decir, que se aburre uno y se dedica a adquirir hábitos. Nuestros conciudadanos trabajan mucho, pero siempre para enriquecerse. Se interesan sobre todo por el comercio, y se ocupan principalmente, según propia expresión, de hacer negocios. Naturalmente, también les gustan las expansiones simples: las mujeres, el cine y los baños de mar. Pero, muy sensatamente, reservan los placeres para el sábado después de mediodía y el domingo, procurando los otros días de la semana hacer mucho dinero. Por las tardes, cuando dejan sus despachos, se reúnen a una hora fija en los cafés, se pasean por un determinado bulevar o se asoman al balcón. Los deseos de la gente joven son violentos y breves, mientras que los vicios de los mayores no exceden de las francachelas, los banquetes de camaradería y los círculos donde se juega fuerte al azar de las cartas. Se dirá, sin duda, que nada de esto es particular de nuestra ciudad y que, en suma, todos nuestros contemporáneos son así. Sin duda, nada es más natural hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia. Oran, por el contrario, es en apariencia una ciudad sin ninguna sospecha, es decir, una ciudad enteramente moderna. Por lo tanto, no es necesario especificar la manera de amar que se estila. Los hombres y mujeres o bien se devoran rápidamente en eso que se llama el acto del amor, o bien se crean el compromiso de una larga costumbre a dúo. Entre estos dos extremos no hay término medio. Eso tampoco es original. En Oran, como en otras partes, por falta de tiempo y de reflexión, se ve uno obligado a amar sin darse cuenta.



Supongo que yo creo por sobre todas las virtudes en la más amplia libertad, no la que surge de la inconciencia o la ignorancia sino aquella que trasciende sin claridad la mente y se representa centellante en las emociones y tangible en las formas, como el logro más selecto, una contorsión bella y poco menos que imposible.

En mis momentos holgados (que no son todos pero sí los suficientes) creo que jamás seré capaz de alcanzarla. Y quizás por esto busco desordenadamente hacerlo y cuando creo reconocer en algún lugar sus más leves señales, me pasmo, me detengo, la busco y la contemplo.









Sin embargo, generalmente eso que veo no es más que algo inasible, fugaz y completamente ajeno a mí. Es decir ese cuerpo, como todos los anteriores, suele ser tan mundano como el mío.

lunes, 27 de octubre de 2008

Ribeyro y una foto


Hoy voy a reproducir a Ribeyro y a colgar una foto.



1. Primero Ribeyro:


No hay que exigir en las personas más de una cualidad. Si les encontramos una debemos ya sentirnos agradecidos y juzgarlas solamente por ella y no por las que les faltan. Es vano exigir que una persona sea simpática y también generosa o que sea inteligente y también alegre o que sea culta y también aseada o que sea hermosa y también leal. Tomemos de ella lo que pueda darnos. Que su cualidad sea el pasaje privilegiado a través del cual nos comunicamos y nos enriquecemos.




2. Ahora la foto:




Muy a mi pesar, paso a diario en frente de este panel. A diario pienso exactamente lo mismo: “– Cojuda –”.

Estoy por postular a redactor creativo del jockey plaza.

domingo, 26 de octubre de 2008

I said that's nothing - you should hear me play piano


Hoy a las 6am mi mamá fue por agua, olió humo y escuchó un ruido. Después bajó las escaleras hasta el garaje. Mi carro, conmigo dentro, estaba encendido. El humo había llenado el garaje y, en dirección opuesta, proporcional y maldita a los pasos de mi madre, subía por la escalera hasta la cocina, donde había llamado su atención.






Yo estaba viviendo de una manera aplacada y desentendida y pasaron cosas como por ejemplo vomité whisky con coca cola en un baño y después me lavé los labios con un jabón delicioso que olía a flores variadas luego me vestí de negro otra vez para la noche y pasaron tantas cosas cosas cosas aprendí de maquillaje dibujé una paloma me compré más ropa negra o gris se malogró la conexión USB de mi celular volví a conocer el centro de lima e intenté pararme de manos pero al cabo no pude evitar ver la hora una dos tres cuatro cinco veces todo el lunes martes miércoles jueves viernes sábado y domingo lo pasé viendo el calendario por meses antes anduve toda la tarde antes aún de esa noche rara una reunión sin servilletas extraño ver tanta gente y toda esa cocaína desparramada antes aún aún de dormir y no la verdad lo pienso y me siento dócil preparado demolido adaptable fácil y elegante, me siento hecho de partes.




Hoy a las 4am regresé de una fiesta maravillosa. Entré con el carro al garaje y decidí terminar de escuchar la canción. Subí el volumen al máximo y me quedé instantáneamente dormido, como de éxtasis.



sábado, 25 de octubre de 2008

Concejos o aparejos



Si lo que alegremente considero en este instante mi vida y todas las otras vidas –propias o extrañas– son historias, son un argumento, una serie circunstancial de episodios y elementos a penas concatenados y escasamente coherentes, así es como me gusta entenderlo todo. Y si uno existe a manera de copias en todos tales episodios y nunca el mismo pero forzado, por la coherencia que exige el alma (eso que llaman la búsqueda de sentido), a definir elementos comunes, es eso lo que creo haber meditado hoy.




Mi profesora de psicología general nos contó la historia de una mujer que se había enamorado por primera vez a través de la televisión, entonces en abril de 1990, viendo un mitin del Fredemo. Hoy escuché a un amigo que se autodefine como cristiano y que defiende contra todo, ante todo y a pesar de todo, la promesa bíblica de que un hombre que tiene a dios en el corazón jamás extrañará un plato de comida. Y estoy pensando que son ejemplos expresamente absurdos pero no menos absurdos que los que pasan felizmente desapercibidos, aquellos a los que la mayoría nos aferramos.



Mas allá del amor, y si mi delusión no es sino la idea de la trascendencia misma, la unión, la posibilidad en si misma de que la historia sea una desde sus múltiples copias –una sola–, creo haber entrado en el bello plano ilusorio de las estructuras y la más grande locura.

martes, 21 de octubre de 2008

Leverage



Voy a hablar de mi cuerpo. Quiero hablar de mi pene y de mis dientes. Busco transponer mi semen y mi aliento.






Porque tengo un pecho flácido, hundido y cóncavo, pero cálido. Porque he andado mucho y este andar porfiado forjó mis nalgas (en conclusión, ¿he andado mal?).


Cuando meo, ocasionalmente el chorro se divide en dos, uno a 45 grados del otro, y la única solución resulta ser volver el glande de cabeza. Hoy no logro recordar el sentido de la metáfora y aún así no dejo de creer que mi pene es hermoso (aún cuando sea un pene dubitativo, que no escupe sino con poética desidia). Es tierno y lo amo mucho, y espero lograr que algunas también lo quieran, que lo besen, lo estrechen.


Entonces vengo a pensar en mis muelas del juicio… lo que inmediatamente me hace olvidarlas y pensar solamente en mi juicio. He andado y andar, además de forjar mis nalgas, esbozó un trazo indeleble en mi mirada. El malecón, las hojas amarillas en la pista, las margaritas, la cerveza, los labios, el pelo, los jardines, los cigarros…


Al cabo es obvio (y bastante ridículo) que mis señales no son mías, las comparto, son robadas. Mis señales son de cualquiera y mis imágenes tan propias como ajenas y este texto infeliz tan mío como tuyo.

domingo, 19 de octubre de 2008

Artificio (deconstrucción del discurso un domingo a las 6am en una playa de piedras)





Entre las más hermosas piedras consonantes, debimos comprender la primera vez que conocimos la espuma que nunca fue nuestro lugar una posición privilegiada, que no es nuestra deposición descabellada.


Antes del éxtasis final, deberá responder a una artesanía compleja preparar la sucesión de las casualidades: difícil se vuelve pensar que lo maravilloso se alcanzará por puro azar.


Pero el hecho es que siempre acabamos saltando con las rocas, entre las rocas, en las piedras de la playa, y que después de lanzarlas unos años como hijos estropeados al océano, yo acabé dejando de saltar para lanzar un poco de mi mismo (lo que me pareció infinitamente más noble).


Así elegí torpemente este lugar para empezar. Mas imposible se ha hecho el juego del ábaco con este frío y las corrientes y la luna y la marea. Todas mis hijas minerales, su traqueteo amplio bajo mis suelas, las bolsas abrigando algunos cantos rodados como condones y el juego para hallar la posición perfecta me agotaron.


Entonces no hubo más que alegar o decidir, estaba listo para el placer conocido: la rendición agotada. Hoy, una vez más bajé el cierre de mi pantalón y empecé a mear la espuma de una ola, cantando con los ojos cerrados.

sábado, 18 de octubre de 2008

martes, 14 de octubre de 2008

La orgía y las camomilas

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El Juan Sahumerio show

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Marcial, mi amigo, one among those three or four who stay unchanged like a separate self, a stone in the bed of the river under every change, me habló del egocentrismo, entre tantas cosas.


El dijo, reproduzco: "Odiar la competencia. El artista, el hombre inteligente, que comienza a aislarse como concecuencia de sus continuas conquistas. Él, que cada día se ama más y por esto cada día está más aislado."


Yo estoy andando por la universidad y lo saludo y recuerdo lo que me dijo, hace 5 o 6 días. Estoy andando asido con más fiereza a mi café que a la lluvia buena o el amor, y quiero pensar que mi vida está hoy como una obra de teatro.



(Te miro, extraña niña, por ejemplo, y me miras.

La señora me observa detenerme, se detiene también ella.

El desadaptado de los lentes de sol vuelve hacia mí extrañado, ¿por qué le sonrío tanto?)


Marcial, mi amigo...

lunes, 13 de octubre de 2008

Decoración

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Me fui quedando poco a poco sin nada. Primero sin dignidad, más tarde sin esperanza. Y fue delicioso. Paralelamente crecía un humor en mí cuando moría mi alma. Era un hombre tranquilo. Viví tres años y al cabo de ellos me sentí el mismo. No había pasado más que tres años. No era un logro y eso estaba bien.



En ocasiones hallaba mis bolsillos vacíos y en otras mis medias eran perfectas. Eventualmente pensaba en una muerte bella, mucho más que en una mujer bella, o tan bella como ella. Mis zapatos se gastaban rápido; reconocía, como un esquimal azuzado, los múltiples tonos del asfalto. Era contento.



En una tarde podía lanzar múltiples mentiras, pero una serie creciente de 20 o 30 noches cambiaron todo. Y cuando todo llegó, yo estaba brillante y educado.

viernes, 10 de octubre de 2008

Dolor de garganta




En general, mis placeres son inmediatos, fugaces y radiantes y mis dolores fanáticos, sordos y nostálgicos. En ambos casos son igualmente impíos y parciales.


Hoy andaba por cierto pasaje (y no estoy siendo huachafo, el callejón al que me refiero se llama literalmente “Pasaje …”) cuando recordé con vergüenza una conversación que tuve caminando por ese mismo callejón, tan ignorante como soy, sobre el teatro de Beckett -que no conocía realmente y lo cual no ha cambiado tampoco. Y para mí no hay mayor fuente de espanto que la vergüenza, sea mía y peor si es ajena. Luego anduve un poco más y una brisa fue suficiente para sobrecogerme, y luego pensé en la primera frase.


Después, más allá, me detuve a observar la carretilla de un heladero. Le compré unas casino de vainilla. Mientras me las comía y cruzaba las calles cada vez más cerca de mi casa, tuve la certeza de una excepción: en todo manjar simple de la niñez encuentro una dicha que no es presente, sino pasada.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Videoarte Telex-chic

Don't you wonder sometimes?

'bout sound and vision...






Me gusta todo de una manera amplia o divertida, poco de una manera sosegada, y sólo una o dos cosas de manera auténtica. El resultado son oraciones bastante dispersas, una vida llena de deseos cambiantes y una mirada lánguida.

Me gusta capturar, además. Me gusta contemplar.

lunes, 6 de octubre de 2008

Iconoplastia



Primero tan cerca, de madrugada insólita, en un gabinete de la refrigeradora: el queso duraba más. Luego poco a poco descubrir, en símbolos o fábulas propias, que esto no era salvo la concreción de otra cadencia que iba tomando cuerpo. La forma cambiada hasta lo cotidiano, con vibraciones y tenues rupturas. El agua que duraba más. El desodorante que no se acababa.



Después en mí, íntimamente, en cualquier sentido: un olor de labios, de humo, de pelos. Esta araña pequeña, con cándido pelo en tro me ti do, con piernas para descansar las manos. Un cuerpo y todo más que un cuerpo, y además humano, un ser y
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ente, y capaz de preguntar por su aliento. Entonces en mí otra postura, otro sueño; nuevas servilletas, convergentes papelitos, ultramaraña elaborada. Una mañana distintas ideas, nuevas ocupaciones. Una tarde el distinto modo de andar, nuevo ritmo: dispersos y urbanos detenimientos -entretenimientos. Un parque y un sosiego dulce.


Finalmente ayer, de madrugada por la calle, la certeza final de lo extraño, de rincones descubiertos: frente a mí una bandera, pero transformada. Manejando tan rápido como era insensatamente posible, frenético y dócil, me sorprendo. Ha cambiado, el cartel de Jaamsa ha cambiado.


Nuevos tiempos, otra noche, imprescindibles bigotes.