martes, 27 de noviembre de 2007

Bello aliento lucky strike (y aretito)


Llegamos al jardín con el fin de la noche. Habíamos caminado varias horas junto al barranco. Aposté al azar mis pies y establecí nuestro cubil en una depresión semilunar de la grama de tal modo que estuviésemos abrigados del viento. No estimaré gracias: estábamos borrachos.

Le entregué camuflada la primera margarita. Con destreza la coloqué sobre su lengua. (Artificiosa es la técnica de envenenar al contrincante.) Ella la mordió alelada, y crepitaron los pétalos, ocres. No esperaba la torsión súbita de su cara en la mueca encantada que no pudo controlar.

Se diluía la masa burda en su garganta y así fue cambiando su mirada hasta que encerró la irrefutable expresión del agradecimiento. Entonces no supe si era conchudo hacerle esto, pero le brillaron los ojos cuando me acerqué. La pude ahogar solamente unos instantes templándole el pelo con las manos, crujiendo las bocas, antes de detenerme harto del humo entre sus dientes.

Después la encontré toda e inmóvil. (Noté que por un instante había perdido todas las defensas.) Sus ojos se hinchaban como la garganta de un sapo y cantó unas palabras que discretamente, escapadas del velo de su cuello claro, se perdieron entre lisuras en la longitud de la aurora.


Satisfecho con la victoria alcancé la bolsa nuevamente para extraer otra galleta. En mi ambición desmedida subyacía de antemano el fracaso: cometía el error de querer repetir dos veces la misma conquista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que chevere la foto