1
Juzgo a mi ciudad generosa por sus olores.
Escojo un asiento y me suele llegar desde una mujer o del lugar donde debieran estar sus labios un complejo azabache de frutas oscuro y maduro y grueso porque hecho desde esos labios y ovalado porque defensa perfecta, tan denso que se me hace un jarabe– y una triste canción:
lo he pensado cuando te ríes veivi
que la nariz te parece un higo
lo he pensado veivi y a veces me mata
sobre todo los viernes cuando me embriago.
2
No es que me pierda es sólo que hay otro lugar donde a veces llego cuando innovo mis improvisaciones es decir cuando me equivoco y es muy bueno para imitar a Buda y aunque no lo respetes me siento imitando a Buda pero con ojos abiertos
(los árboles son sabios)
Pasa un rato hasta que dejo de sudar entonces me imagino cargando una pila de long-plays y me fijo en las luces
(todavía no llegan las moscas)
O la brisa y su ofensiva de transeúnte invisible
(ya se les oye)
O en los serenazgos que te dicen buenas noches con su traje azul
(soy perfecto e inmóvil)
O en mis uñas que limpio entrañado.
(Nirvana.)
3
Aunque las disfrute de cualquier modo no creo que estas faenas o alguna otra quizá más intensa me dignifique he crecido lo suficiente y puedo desarrollar mi propio credo de perdón y plenitud lo difícil es concebir el sistema que sea original o al menos perfecto pero sé tan poco de verdad es un poco cojudo de mi parte sólo pensarlo.
4
Otra vez siento que el agua me llega pedante y con brío de lluvia ni embotellada ni mineral: en pequeñas hojuelas como enviada desde ayer o mañana sombra (o sembrada) de algunos minutos por demás generosa y seguro muy ida del cielo
Mientras tanto no lo sé será lo próspero de la metáfora pero a veces cuando la marea o la soledad pienso algunas frases– jamás suenan mas afinadas– y sucede que no tengo donde escribirlas
Diría Fernando: Talvez es mejor para ellos porque así no se vuelven ni tuyos ni de Bill Gates.
sábado, 8 de marzo de 2008
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