jueves, 10 de abril de 2008

A veces... 3 (el retrato)

A veces no lo entiendes (se escapa) las cosas grandes del todo suceden y no porque el azar es así de filin debe uno no ponerles significado o justamente ponérselo, no es la manera de los hombres prudentes: los bellos los feos los hombres mujeres de cuerpos de jeans pegados de ojos oscuros como botones negros que antes hubieran tenido las barbas peinadas, la ropa interior blanquísima, entonces cuando era escasa: cuando no existía el detergente en bolsa. Y no lo digo por hablar no porque quizás de viejo tengas la cara huesuda y grandiosa no porque sencillamente me plazca, no es por eso. Es mi voluntad verte fotografiado.

La prehistoria (yo plagio) duró mucho más de lo que se piensa, entre épocas buenas y otras en que escaseaba el trago. Los hombres se acompañaban todos los días. Vivieron muchos siglos antes de las películas mudas, la posibilidad de reír en grupos gigantes y las ciudades llenas de luz; muchos años antes del humor del humo en la neblina; muchos días antes de la generosidad.

Quizás antes los hombres sencillamente caminaban la calle desierta en camisa, bebían indistintamente de las mujeres o las fuentes. Quizás, rendido, tu único deseo moderno debiera ser volverte un hombre clemente, un señor prospero e incoherente que algún día gobierne la llanura y se entretenga con las hijas de los pastores mientras ve degollar a las cabras.

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