domingo, 28 de septiembre de 2008

Inquisición

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Formamos una fila larguísima, desnudos uno junto a otro todos sobre catres idénticos, en una blanca galería cuyo fin no vislumbrábamos. Esperaba mi turno y repetidas ocasiones sugerí que todo podía ser un ensueño, un ensueño terrible, pero ninguno estuvo de mi lado.

Con su bata blanca, me miró profundamente. Escrutó mi cara, posó sobre mis ojos la luz de su maravillosa linterna.


Yo soy un hombre le aclaré, siempre rondo los grandes santuarios, pero ya acometía al siguiente.

¿Cómo reconocer finalmente la cara terrible,

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaala cara


aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaanegra


aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaade la muerte?

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