miércoles, 6 de agosto de 2008

Soyuz

Viajo. Soy una marmota derribada al sistema métrico. Viajo desde la inconciencia– la ensimismada luz que se dispara al puente de piedra, el salir a zigzaguear los sombríos recodos– llego. Como una media mojada que me envuelva el cuello llego al sueño leve que son las otras cosas.

Mis anexos– boca, tiempo y cuello, pero sobre todo cuello– lo notan y no han faltado a la ocurrencia de aparecerme textos nuevos cuando no los espero o de jugarme un déjà vu para volverme hacia alguna esquina blanca o azul: allí donde se alimentaban unos conocidos dispuestos tal una ronda de gatos, allí donde los rayos se vierten en las baldosas como un sistema prismático.

No me importará que lo hagan. Hay que dejar de pensar en remedios para los golpes en las esquinas de la mesa de caoba o las quemaduras en los pies de la arena que hierve: mejor es darse cuenta que la primavera es el otoño como al revés y que también ahora se esconderán esos tornados como salones llenos de eco y las hormigas de fuego en los jardines de la entrada.

Debería haber mejores maneras de anunciar una partida, es decir más maneras de dejar planes empezados, es decir como páginas marcadas.

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