sábado, 2 de agosto de 2008

Polaridad 5

Y yo creo que es completamente difícil tratar de explicar qué tienen en común las chicas que miro. Inclusive lo que finalmente nombro como el foco de deseo (qué buen pelo, qué increibles tobillos) generalmente no es más que un ícono que elijo, arbitrario, cualquier cosa de toda ella para esbozar o empezar a pensar en ver si esbozo ese mundito, esa maraña de ideas y referencias y canciones que acabo convirtiendo en su imagen para mí, esa que he creído que finalmente se concreta el día en que pienso para ella un apodo realmente cojudo.

Por que siempre ha sido así, y a eso me refiero cuando hablo de la súbita impresión de caricatura; hablo de lograr resumir, mezclar en una sola cosa (en este caso un apodo), por un lado lo que ella realmente es y por otro lado todo lo que yo, completamente fuera de control, empiezo a construir alrededor de ella.





Por esto no intento pensar qué tiene en común las chicas que me gustan. Creo que bien podrían tener nada. Entonces esto va por tratar de encontrar un patrón, no en la causas, pero en las formas que deseo a las chicas que me gustan.


Yo creo que podría trazar muchas líneas a lo largo de las cuales las formas de mi deseo caerían, pero siento que una es la que más me gusta. Hoy, creo que todas están entre estos dos extremos:

1. El extremo donde están las chicas con las que quiero quedarme dormido, abrazándolas, y

2. El otro, donde están las chicas a las que les quiero hacer la sopa.


En ocasiones yo preveo conversaciones y hoy podría explicar al detalle porque la proximidad al segundo polo es mucho más divertida, ingenua, profunda y maravillosa.

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