martes, 22 de enero de 2008

Truco fácil

El piso es otro. No es el mismo que cuando estuvo vacío, cuando recién subimos. La gente es nueva, otra, ya no somos los de antes. Provoca escupirles.

Vas a tomar agua, por ejemplo, y ya no es tu hermano que está ahí, es otro y no te invita hierba mate (y no es solo porque no somos argentinos y no es costumbre; aunque lo fueramos no lo haría). En cambio te gruñe un “hola” seco, se da media vuelta y parte dejándote con las palabras en el aire. Acercándose el medio día seres extraños están parados frente al microondas calentando platos que no conoces en horribles taperes azules. Ya no podemos más ir a las zonas oscuras: las han iluminado y están sumidas en un barullo constante. Ya no puedo encontrar un lugar apartado y fresco donde entregarme al más extremo ocio.

En suma, el piso es otro. Antes fuimos pocos hombres y el baño era un territorio conocido. Uno entraba, reconocía quizás la esencia un poco fatal y pensaba “Ah…”, con un gusto amplio y un suspiro “es mi hermano Luis que está cagando”, y sonreía. Hoy entras y puedes oler cualquier cosa. Yo presumo que son los olores exuberantes de la caca forjada en intestinos extraños.


Me cago en sus camas.

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