lunes, 5 de mayo de 2008

Escaramuza en la cima

Primero hay que localizarme: como un sonámbulo, me siento diariamente en la más abominable cumbre. Sobre una silla ergonómica paso las más comunes horas de mi día. Pues ella no ha tenido la decencia de aterrizar en un jardín, en una playa o en el desierto; ella se estacionó en un piso 11.

Sin embargo, aún en mi trono he querido ser el mismo (he querido verte con los mismos ojos descansados que tantas cosas perviertan y endulzan para mí).

Si miro al norte, por una ventana veo partes de Lima que no conozco; si miro al este, alcanzo con mi mano una pared...; nunca miro para atrás. Es cuando miro al oeste es que todo sucede.

10 metros a mi izquierda, contra una pared hay un reloj colgado. Pero 5 metros a mi izquierda, bloqueando la línea directa entre mis ojos y el reloj, suele estar la cabeza de una chica. Entonces yo tengo que inclinar mi silla hacia atrás y estirar el cuerpo, girar los ojos y la cara para ver la hora. Ella ha sabido atraparme mientras lo hago.








Ella está pensando que la miro, con miedo o incomodidad. Es decir, yo la miro, pero ella piensa que la miro.

Yo estoy pensando que, como tantas cosas buenas, todo esto muy gracioso, pero insostenible.

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