sábado, 27 de diciembre de 2008

La ciudad, como sistema, en general







Simple ejemplo de cuánto podemos dejar de ver; de cuan ridículos, tiernos y fundamentales son nuestros errores. Voy de noche por la Costa Verde, el auto –que no conduzco, pues me encuentro parcialmente embriagado– avanza de norte a sur. La playa está del lado derecho. Vamos zigzagueando y mientras observo el asfalto y más arriba el mar y un poco más arriba el Morro Solar y la cruz encendida, descubro que a cada vuelta hacia la izquierda no podemos ver cómo continúa el camino más allá de la curva. En cambio a cada vuelta hacia la derecha podemos ver claramente qué hay después de la curva. Concluyo instantáneamente: ¡qué interesante!: cuando uno sigue un camino nunca puede saber qué hay después de una curva a la izquierda, sí de una a la derecha. Sólo esta mañana reparo en la omisión evidente. Camino por el malecón de Miraflores, el sol deja una sombra sobre la playa, más abajo. Mientras tomo de una botella de agua con gas, reconozco primero la sombra y después reparo en la figura del acantilado. Me descubro parado sobre él.





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