viernes, 21 de noviembre de 2008

Paja y heno







No le diré si el nonno almuerza que el desierto ya no es aquel que conoció, que hoy nuestro barrio es otro desierto y que su casa de la infancia es una duna, sus viejos árboles arena.


No le diré en el claustro musical que es una ola mientras el estruendo en su corazón y relinche amplia luz y guarecido, al cabo de los días, no le anunciaré por qué la pena.


Un día océano contra dunas le aparecerán y observará por segunda vez su primer paso: canto y silencio serán entonces vertientes concurrentes, su muerte y su condena.

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