domingo, 15 de marzo de 2009

Las personas que observo










Salgo de casa y es un poco tarde, como todas las mañanas. Por eso estoy sudando y camino rápidamente y por eso estoy solamente medio vestido. Tengo la corbata en una mano y la camisa un poco fuera y muchas cosas en la otra mano. Pienso que una mano, cuando apéndice obediente de cierto cuerpo, es algo por lo que se debe agradecer. Pero hoy de mis manos de mierda se escapan continuamente las cosas: corbatas, celulares, botellas y mujeres. Me inclino a recoger la corbata de la vereda ensuciada y siento que por un instante sudo un poco más. Se sale totalmente la camisa por detrás del pantalón. Estoy tarde, recuerdo.

Entonces el carro no está parado en la esquina y confieso que yo lo esperaba. Di la vuelta a la cuadra, caminé dos en dirección a Paul de Beaudiez y llegué a la esquina y el carro no está donde lo esperaba. Empezaron conversando de lejos, hace dos meses cuando los vi, y todo escaló después. Hasta la mañana de ayer. Yo caminaba un poco tarde como todas las mañanas, llevaba la corbata en la mano y la camisa fuera y sudaba, pero decidí acercarme un poco más. Solamente los había visto de lejos y ahora quería verlos de muy cerca.

La primera vez que los vi se sentaban uno en cada asiento. Así como dos amigos se sientan conversando, de repente él sintonizaba algo en la radio, de repente ella se reía. Pero existía cierta tensión y había cierto misterio en el lugar elegido para estacionarse, más aún en la frecuencia con que lo hacían, y como preví con los días la distancia se fue acortando hasta que los pude ver besarse y una semana después vi cómo ella se agachaba, rítmicamente, cuado yo pasaba por la vereda.

Les quería ver las caras. Por eso hoy me acerqué mucho más. Un poco agachado, pegado contra la luna lo vi mirarme, asustado, y vi como ella le besaba el cuello aún ignorando mi presencia. Iba de bajada. Con sus labios le daba pequeños besos en la manzana de Adán que estimo el había dejado de disfrutar porque ahora me miraba a mí, primero con sorpresa, luego con una torcida cara de confusión. Entendí que era oportuno darme la vuelta, lo hice y no volví la mirada hasta que estuve muy lejos y cuando lo hice el auto ya no estaba.




Ahora estoy parado en el mismo lugar donde estaba el auto. Es un espacio vacío en la calzada.







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