domingo, 8 de marzo de 2009

No me gusta jugar (en general)





JP quiso ser piloto de avión. A quiso ser antropóloga. M quiso ser ama de casa. L quiso ser Miss Perú. La hermana de L quiso ser infladora de llantas de bicicleta. C quiso ser futbolista. R quiso ser Bruce Willis (no sabemos si por Demi Moore o por Die Hard). G quiso ser cantante de salsa. X quiso ser gimnasta. J quiso ser una integrante de Rage Against the Machine. P quiso ser el empleado del mes del McDonalds. D quiso ser profesora y O (que es mujer) quiso ser el cazador de cocodrilos.

Para mí ya era tarde cuando noté que no era capaz de entusiasmarme con nada. Las «instituciones» fueron tales en mi vida que me despojaron de toda capacidad de sentir pertenencia; me desalentaron, mostrándome sus agujeros y sus vacíos, repletas de desgano y poco espíritu, cómo eran crueles y arbitrarias e impostadas e imposibles para mí. La familia, la amistad, el colegio. Las cosas me sucedieron de tal manera que nunca me sentí parte de ellas. Hoy casi me siento parte de nada. Hoy no quepo en nada. Y por lo mismo no me proyecto en nada.

Yo nunca quise ser alguien. O nunca quise salvo dos veces y con muchísima duda. Nunca quiero ser algo. Pocas veces quiero poseer algo (alguien). Nunca he querido tener a alguien salvo dos veces y con muchísimo miedo. Me parece inconcebible caber en un rol y cuando, de pronto, me doy cuenta que estoy tentando alguno, se desmorona a mi alrededor.

En medio de la angustia puedo tener un irracional ataque de alegría y de pronto quiero ser mucho, cualquier cosa, todo al mismo tiempo: físico, actor, biólogo, comediante, director de cine, poeta miserable, hombre enamorado, novelista, artista visual, presentador de televisión, diseñador de modas, presidente, filósofo, dueño de una piscina. En cada careta me siento instantáneamente realizado, logrado en cada rol; pero al rato en todos inevitablemente, final y fatalmente inadecuado, solo, cómico, irremediable.




Hoy me siento incapaz de concretar cualquier identidad. Por eso actúo como un recolector: un wetex harto de escoria y de miel. Cada faceta que luzco es la versión torcida de la impresión hecha en mí por aquellos que me alcanzaron.









No hay comentarios: